Aristide Bruant, que anteriormente había trabajado como mozo en los ferrocarriles y como animador en diferentes cabarets y café-conciertos, comenzó a realizarse como cantante al atraer la atención de Julio Jouy, quien lo invitó a actuar en el Chat Noir.
Siempre vestido con chaqueta y gabán de terciopelo negro, camisa y bufanda rojas, botas altas, bastón y sombrero, Bruant pronto se convirtió en una figura familiar del viejo Montmartre, que entusiasmaba a la audiencia con su tratamiento insultante y descarado.
Sus actuaciones consistían en la ejecución de un repertorios poemas realistas y canciones que acompañaba a la guitarra, de contenidos social y a veces de carácter anarquista. Sus temas preferidos eran las clases sociales más bajas, indigentes, prostitutas, chulos y víctimas de la injusticia social. Cuando la burguesía venía a gastar su dinero al cabaret, él se dirigía a ella con gritos e insultos. Cada mujer que entraba en el club, era escoltada por un estribillo coreado por la audiencia, que dirigía el propio Bruant: "Oh, qué pálida es ella...".
Su cabaret estaba adornado con obras de amigos artistas que ocasionalmente exponían sus trabajos en él, como así ocurría con Toulouse-Lautrec o Steilen.
Como el Chat Noir, también editó una revista "Le Mirliton", en la que además de publicarse sus canciones, aparecían ilustraciones y cuadros de su amigo Lautrec.
A parte de su trabajo en el Mirliton, también actuaba por contrato en otros club de la noche parisina. Siendo estrella principal en el "Ambassadeurs" en 1892, exigió que se colgara su cartel de Lautrec por todo el local.
Entre 1889 y 1895, aparecieron sus canciones editadas en dos tomos ilustrados por Steilen, para la cual también hizo Lautrec un anuncio aprovechando la plancha del último cartel de Bruant de 1895.
Aquella audiencia que tanto parecía disfrutar de los modales barriobajeros de Bruant, hizo que su negocio prosperase rápidamente haciéndose de una pequeña fortuna con la que compró una granja a la que se retiró pronto, dedicándose a escribir artículos en diarios y revistas, algunas novelas y un diccionario del argot que tan bien conocía. A los 73 años, en 1924, grabó sus canciones más famosas en un disco gramofónico.



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