Mi manera de
trabajar el personaje es leer continuamente el texto. Incluso lo escribo,
porque este ejercicio de escritura copiando cada palabra, cada coma, ayuda a
introducirse en la construcción del texto. De esta manera accedemos a la música
de la composición, aunque perdamos parte en las traducciones. A partir de la lectura del texto aparecen
imágenes. Creo que el pensamiento, que la palabra es lo que produce los
movimientos físicos. Cuando uno lee un poema, los mismos versos te van poniendo
el estado en el que el poeta escribió. Te traslada al estado anímico del autor
en el momento que lo creó. En los personajes es lo mismo, sobre todo cuando
estamos hablando de textos de este calibre. Son, como yo digo, ejercicios de
humillación. Uno sabe que nunca va a llegar a las alturas, pero el intento de
acceder a ellas te hace crecer, como actor y como persona. Eres en el escenario
lo que eres en la vida, incluso en el escenario se puede ocultar todavía menos
que en la propia vida. Todo lo que haces en la escena te delata. Tu encierro en
ti mismo, tu necesidad de comunicarte con los otros, tu necesidad de
exhibicionismo, tu necesidad de transmitir algo a los demás. Hay días en que en
la función pasa algo, los actores y el público respiran al mismo ritmo que pide
el texto. No sucede siempre, pasa algunos días, en algunos momentos, y uno hace
la función al día siguiente con esperanza de que pase lo mismo; unidos por el
texto tratando de subir a las alturas de los grandes autores.
Alfredo Alcón.